Margarita Drago (Rosario, Argentina/NYC) |
Un gato de ojos grandes me mira fijamente
Voy detrás de una multitud no sé hacia dónde,
vamos a hospedarnos en un lugar desconocido. Sin saber cómo y repentinamente,
desaparecen todos y me quedo sola. Camino por un vecindario anónimo. Llego
hasta la entrada de un edificio de paredes sucias, chorreadas de mugre de años,
con inscripciones y grafitis en tonos grises y negro. Un señor hindú vestido
con una camisola blanca de hilo está a la entrada. Le pregunto dónde estoy, y
con la mano extendida me señala un
lugar en el interior, una habitación con las puertas cerradas, ubicada en la
planta baja, detrás de una columna de cemento blanco sucio. No intento entrar;
me asomo a una muralla de piedra gris que hay en el edificio y miro hacia
abajo, buscando algo, una señal que me oriente dónde estoy. En una de las
galerías hay un gato sentado sobre sus patas traseras; es pequeño y gris como
mi gata, pero no es ella. Desde el lugar en el que estoy parada veo el torso
del animal. El gato siente mi mirada, levanta la cabeza, la dirige hacia mí y
me mira fijamente con sus ojos verdes, luminosos y redondos. Ahora hay alguien
parado a mi lado, no sé quién es, no es la persona que estaba a la entrada, no
me preocupa saberlo, ignoro su presencia y me dirijo al gato que ya no es un
gato. Es mi madre. Sin sorprenderme el cambio repentino de la imagen, me dirijo
a ella con angustia y le digo: “yo sé que nunca me quisiste, lo sé”. Y lloro.
Ya no hay nadie en el edificio, ni mi madre, ni el gato, ni el hindú parado a
la entrada. De pie y apoyada contra la muralla gris, me
quedo con la mirada fija donde estaba el gato. Despierto acongojada.
La imagen de aquel gato
de ojos grandes, luminosos y redondos que me miran fijamente y un poco
entristecidos, se quedó grabada en mi memoria como una fotografía.
*
Visión
Pero a ti
quiero mirarte
hasta que tu
rostro se aleje
de mi miedo
como un pájaro
del borde
filoso de la noche.
Alejandra
Pizarnik
Hoy, Northern Boulevard se me figura
la avenida Córdoba. Lo transito hacia el norte y los edificios se vuelven
casas de ladrillo con jardines y enredaderas frescas trepadas a sus muros. Hoy,
Northern Boulevard se estrecha, se torna calle familiar. Miro un punto fijo en
la distancia, y se vuelve punto allá en el sur. Las nubes se precipitan contra
la piedra del asfalto donde se dibuja el rostro de mi madre. Quiero atraparlo,
grabarlo en la memoria, pero en el aire su imagen se diluye.
*
Presencia
Allá en el camposanto
reposan los huesos
de mi madre.
“De tanto llorar
me he convertido
en ceniza”, me dice,
en la cima del cerro
ante la presencia viva
de nuestros muertos.
de nuestros muertos.
Un gato de ojos grandes
me mira fijamente
Margarita Drago
Colección Conmemorativa X Aniversario
(miCielo ediciones, 2017)
Pulsa para escuchar el poema en la voz de la autora:
https://soundcloud.com/micielo-ediciones/vision
Margarita Drago es argentina radicada en Nueva York desde que salió de la cárcel. Es profesora de lengua española, literatura y educación en York College, de la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Ha participado en congresos, coloquios, ferias del libro y festivales de poesía realizados en los Estados Unidos, Argentina, Perú, México, Honduras, El Salvador, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, España y Francia. Es autora del poemario Con la memoria al ras de la garganta; Fragmentos de la memoria: Recuerdos de una experiencia carcelaria (1975-1980)/ Memory Tracks: Fragments from Prison (1975-1980); Hija de los vuelos y coautora con Juana M. Ramos de Tomamos la palabra: mujeres en la guerra civil de El Salvador (1980-1992).
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